– Advertencia, Llamamiento, Compromiso –

Los signatarios de este Manifiesto hacen un llamamiento a todos sus hermanos, habitantes de nuestra Casa Común, para que tomen conciencia de las terribles consecuencias – que pueden llegar al punto de una “muerte universal” – de las alteraciones ambientales, entre ellas el cambio climático, que estamos provocando en todo el Planeta.

Y, si están de acuerdo con los términos de este Manifiesto, también lo suscriban como señal de su decisión de adoptar un nuevo modo de vida que reduzca drásticamente los impactos ambientales y proporcione, al mismo tiempo, la verdadera prosperidad y felicidad

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La cooperación y la solidaridad son esenciales para crear un frente unido para la vida en su conjunto, una comunidad capaz de superar las fuerzas empeñadas en continuar la destrucción ambiental.

 

Manifiesto Gaia – 2024

 

– Advertencia, Llamamiento, Compromiso –

 

El 9 de julio de 1955, en una conferencia de prensa celebrada en Londres, se presentó al mundo el llamado Manifiesto Russell-Einstein, redactado por Russell y suscrito por Einstein y otros nueve científicos e intelectuales de renombre. El objetivo del Manifiesto fue advertir al mundo sobre las terribles consecuencias de una guerra nuclear y proponer la resolución pacífica de los conflictos internacionales para evitar la “muerte universal”.

Basándose en los principios y conceptos de varios pensadores actuales y adoptando varios de los términos y frases (en cursiva en el texto que sigue) del documento de 1955, los signatarios de este Manifiesto hacen un llamamiento a todos sus hermanos, habitantes de nuestra Casa Común, para que tomen conciencia de las terribles consecuencias – que pueden llegar al punto de una “muerte universal” – de las alteraciones ambientales, entre ellas el cambio climático, que estamos provocando en todo el Planeta.

Y, si están de acuerdo con los términos de este Manifiesto, también lo suscriban como señal de su decisión de adoptar un nuevo modo de vida que reduzca drásticamente los impactos ambientales y proporcione, al mismo tiempo, la verdadera prosperidad y felicidad.

 

Advertencia, procedente de la Razón: de la ciencia y la observación

 

El creciente desequilibrio que las acciones humanas han causado en Gaia, un sistema unificado de entidades y relaciones complejas de estrecha interdependencia que incluye a los seres vivos – humanos o no – y al mundo en el que viven, ha resultado en daños que ponen en grave peligro la supervivencia de la propia humanidad. Para que la vida, tal como la conocemos, pueda continuar, necesitamos urgentemente un nuevo modo de pensar y una nueva forma de vivir.

De hecho, en la trágica situación que enfrenta la humanidad, con la rápida y creciente degradación del clima y los ecosistemas, sentimos que todos debemos repensar nuestras vidas y evaluar seriamente los peligros que han surgido como resultado de un desarrollo basado en el consumismo desenfrenado de una parte de la población en detrimento de gran parte de los habitantes, la fauna y la flora de la Tierra, un desarrollo que se basa en la ilusión de que es posible un crecimiento infinito en un Planeta finito, en el mito de que la prosperidad solo es posible con crecimiento y en la presunción de que podemos abusar de la naturaleza impunemente.

Hablamos en esta ocasión, no como miembros de esta o aquella parte de la sociedad, ciudad, país o credo, sino como seres humanos, miembros de la especie Homo Sapiens, cuya existencia en las próximas décadas y siglos es dudosa.

Además de la degeneración ambiental, el mundo está lleno de conflictos entre personas, grupos sociales, ideologías y creencias, países, bloques estratégicos globales, sectores productivos, empresas transnacionales y multinacionales y miembros de las instituciones de los gobiernos. Y los conflictos se agravarán, con toda certeza, debido a las disputas por recursos y por espacios estratégicos, resultantes de los problemas ambientales que se han acentuado cada día.

La intensificación de las rivalidades podría resultar en guerras y en el holocausto nuclear tan temido y jamás alejado por una renuncia global a las armas nucleares y por una decisión, por parte de todos los gobiernos del mundo, de encontrar medios pacíficos para la resolución de todas las disputas entre ellos.

Recibimos de nuestros antepasados un Planeta habitable, bello, relativamente estable, equilibrado, con una inmensa cantidad de recursos que nos permitieron llegar al punto en que estamos.

Sin embargo, la falta de visión, la codicia y el egoísmo de aquellos que han asumido puestos de autoridad y de los que se han apropiado de la mayor parte de los bienes económicos ya nos han puesto a todos en una situación de grave riesgo, con una sensible amenaza a la supervivencia de muchos en el presente y de las generaciones futuras. No se puede negar que una inmensa parte de la población mundial permanece al margen de los pregonados beneficios que la tecnología, la ciencia y las políticas del denominado desarrollo económico han traído a una minoría, cada vez más egoísta y concentradora de las riquezas, de ingresos y beneficios de la civilización contemporánea. Basta verificar los datos referentes al hambre, la miseria y la pobreza de vastas poblaciones, la falta de saneamiento básico y de agua potable, la situación de los campos de refugiados y las migraciones masivas de quienes buscan escapar de las condiciones inhumanas de vida bajo tiranías locales o guerras.

En una situación en la que la racionalidad prescribe indudablemente la cooperación, la sobriedad, la unión, la solidaridad, la compasión y la acción no violenta, la humanidad ha preferido el camino históricamente trillado del ataque a los grupos y países que cada parte elige como su enemigo, el culpable de los males que padece.

La población en general, e incluso la mayor parte de las personas en posiciones de autoridad, aún no han percibido, con la profundidad y claridad necesarias, lo que está en juego en la situación ambiental del Planeta. El público en general ha sido llevado, aún de manera incipiente, a pensar solo en términos de cambio climático, cuyos efectos en la temperatura, las lluvias y las sequías son más fáciles de percibir.

Sin embargo, al menos en cinco aspectos, ya hemos superado, en 2023, los límites de las condiciones seguras para la continuación de la vida en la Tierra: integridad de la biosfera, nuevas entidades, cambios en el uso de la tierra y el agua dulce y flujos biogeoquímicos. Y tres otros límites, al parecer, pronto también serán superados: acidificación de los océanos, carga de aerosoles atmosféricos y destrucción de la capa de ozono[1].

Cambios climáticos: concentración de CO2 y otros gases de efecto invernadero, balance energético entre la Tierra y el espacio.

Nuevas entidades: contaminación causada por nuevos compuestos químicos como plásticos, pinturas, pesticidas, cosméticos, etc.

Destrucción del ozono estratosférico: agujeros en la capa de ozono provocados por el cloro contenido en los gases que contienen cloro y flúor (CFCs).

Carga atmosférica de aerosoles: contaminantes atmosféricos como polvo y humo.

Acidificación de los océanos: concentración de iones de carbonato en el océano.

Flujos biogeoquímicos: contaminación del agua por el nitrógeno y el fósforo de los fertilizantes agrícolas – Eutrofización.

Cambios en la disponibilidad de agua dulce: cantidad de agua disponible para humanos y plantas. Verde: agua contenida en las plantas, el suelo y las nubes. Azul: agua de ríos, lagos, glaciares y acuíferos.

Cambios en el uso de la tierra: tamaño del área de bosques y otros biomas.

Integridad de la biosfera: pérdida de biodiversidad y velocidad de extinción de las especies.

 

Durante las últimas décadas, muchas advertencias han sido pronunciadas por eminentes científicos y autoridades en política, economía y sociología. Ninguno de ellos afirmará que las peores y más degradadas condiciones ambientales y climáticas son seguras. Lo que dicen es que estas condiciones están, cada día, más cerca y que nadie puede estar seguro de que no se alcanzarán en los próximos años y décadas si los preceptos y el rumbo de la economía y la tecnología actuales no se modifican inmediata y drásticamente. Aún no hemos descubierto que las opiniones de los expertos sobre estos temas dependan, en algún grado, de sus tendencias políticas o prejuicios. Dependen únicamente, hasta donde nuestras investigaciones lo revelan, del grado de conocimiento y la honestidad intelectual del experto específico.

Pero lo que tal vez impida la comprensión de la situación, más que cualquier otra cosa, es que el término «humanidad» parece vago y abstracto. Las personas apenas perciben en su imaginación que el peligro es para ellas mismas, para sus hijos y para sus nietos, y no solo para una humanidad vagamente aprehendida. Difícilmente logran comprender que ellas, individualmente, y aquellos a quienes aman, están en peligro inminente de perecer de forma agonizante. Y así, esperan que el rumbo actual pueda continuar, siempre y cuando se realicen algunos ajustes menores, siempre y cuando se desarrollen nuevas tecnologías. Pero la mayor parte de la tecnología que hemos creado desde la Revolución Industrial ha solucionado problemas solo a costa de la creación de nuevos y más difíciles problemas, en una espiral creciente. Se ha demostrado, al igual que la economía, como una tecnología que mata.

Esta esperanza de que ajustes puntuales y tecnologías avanzadas impedirán la grave degeneración del medio ambiente y del clima es ilusoria. La mayoría de los límites ya se han sobrepasado y el retorno a las condiciones previas tomará cientos, probablemente miles de años, y eso si las alteraciones necesarias se realizan de manera extensa y rápida.

 

Aquí está, entonces, el problema que planteamos, severo, terrible e inevitable: ¿debemos poner fin a la especie humana, o la humanidad renunciará al modelo económico y tecnológico actual? Las personas que están en ventaja hoy difícilmente aceptarán cambios de rumbo, pues prefieren mantener sus privilegios, que consideran como derechos adquiridos, incluso ante las innegables perspectivas de aniquilación general.

 

Llamamiento, procedente del Corazón: del sentido común, la responsabilidad, la solidaridad

 

Casi todas las personas políticamente conscientes tienen fuertes sentimientos sobre una o más de estas cuestiones; pero queremos que todos, si pueden, dejen de lado esos sentimientos y se consideren solo como miembros de una especie biológica que ha tenido una historia notable y cuya desaparición ninguno de nosotros puede desear. Intentaremos no decir una sola palabra que deba agradar a un grupo y no a otro. Todos, igualmente, estamos en peligro y, si el peligro se comprende, hay esperanza de que podamos colectivamente evitarlo.

Tenemos que aprender a pensar de una nueva manera. Tenemos que aprender a preguntarnos no qué medidas pueden tomarse para permitir, aunque con ajustes, la continuación del modelo económico y tecnológico y de la organización social que nos ha llevado a la situación en la que estamos, pues ya no existen tales medidas; la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué medidas pueden tomarse para definir un nuevo modelo que permita a la humanidad vivir en armonía consigo misma y con todos los seres vivos del Planeta? ¿Qué medidas pueden tomarse para mitigar las consecuencias de los daños ambientales que ya hemos causado y evitar su ampliación a corto, medio y largo plazo, ya que el mantenimiento del curso en el que estamos ya se muestra desastroso para toda la humanidad?

La profunda alteración del modelo económico y tecnológico exigirá – principalmente de aquellos que más tienen – grandes sacrificios y renuncias, mucha fuerza, persistencia y resignación. Exigirá negociaciones y acuerdos inusuales y considerados casi imposibles entre las naciones.

Para tener una idea de la enormidad de nuestra insensatez y nuestra irresponsabilidad, basta imaginar lo que sentiríamos si nuestros antepasados hubieran dejado el mundo para nosotros en las condiciones en que lo estamos entregando a los jóvenes de hoy y a las futuras generaciones. No podemos seguir dilapidando la herencia que recibimos y negando a nuestros descendientes el derecho legítimo que tienen de habitar la Tierra como hasta hace poco lo era. Aunque no puedan castigar a muchos de nosotros, los que ya hayan muerto, con toda certeza nos condenarán y con más rigor y razón aún si no nos empeñamos decididamente, de aquí en adelante, en reparar el mal que ya hemos cometido.

Por este motivo, nos corresponde la obligación de reducir al máximo – y donde sea posible eliminar – la emisión de elementos nocivos, tales como gases de efecto invernadero, productos químicos y nuevas entidades y recuperar con urgencia y de la forma más amplia posible todas las áreas de la Tierra que la acción humana ya ha degradado.

Es obligatorio para nosotros también mantener íntegras, sin excepciones, las áreas que aún conserven buenas condiciones naturales, impidiendo cualquier acción antrópica en ellas, como urbanización, agropecuaria, minería, pesca, extracción de madera y otras. Sabemos que la recuperación de las áreas degradadas y el mantenimiento de las condiciones de las áreas aún conservadas será cada vez más difícil en una realidad con eventos extremos de sequía y lluvias, con incendios forestales, fuertes vientos y tormentas de polvo.

Está ante nosotros, si queremos, la posibilidad de un mundo futuro en el que todos los seres humanos puedan vivir en cooperación, en felicidad, con conocimiento y sabiduría, en armonía con los animales y plantas que sobrevivan a las terribles condiciones a las que ya los hemos sometido y condiciones que serán aún mucho peores. ¿Debemos, en cambio, elegir la muerte, porque no podemos olvidar nuestras peleas, nuestro egoísmo, nuestro confort personal?

No podemos esperar que otros, especialmente gobernantes, políticos y empresarios, asuman la delantera en el proceso de transformación, ya que, en general, son ellos los encargados de mantener el curso de la destrucción para garantizar los privilegios de quienes se benefician de ella. Hace mucho tiempo que deberían haber iniciado acciones ambiciosas y decisivas para poner fin a nuestra dependencia de los combustibles fósiles, detener la destrucción de los sistemas de soporte vital en la Tierra y promover la justicia ambiental y climática para todos. No lo han hecho, o lo han hecho de forma extremadamente tímida.

Por ello, es necesario responsabilizar, basándonos en los conceptos de precaución y prevención, a los gobernantes, legisladores y empresarios por las violaciones de los derechos humanos y ambientales derivadas de su omisión o acción inapropiada. Esto podría requerir un nuevo marco jurídico que, a su vez, dependerá de los legisladores, cuya competencia, compromiso y honestidad han demostrado ser cuestionables.

La ciencia no podría ser más clara. El costo de la inacción se medirá en ciudades destruidas, vidas perdidas, economías colapsadas y especies extinguidas, pero aún hay mucho que se puede y debe hacer para evitar lo peor.

La mayor tarea que tenemos en el presente, quizás la mayor de toda la historia, es tomar plena conciencia de que somos, cada uno de nosotros, en mayor o menor grado, un átomo de la inmensa bomba que está haciendo estallar la Tierra día y noche, desde hace más de un siglo, con un poder destructivo que crece exponencialmente con el tiempo.

Y una vez conscientes, necesitamos tomar la difícil decisión personal, aún más difícil de mantener, de asumir la delantera de los cambios en el lugar donde vivimos, convirtiéndonos a un nuevo modo de vida que cause el menor impacto posible en la naturaleza de la cual todos dependemos.

Solo una transformación interior sincera de cada uno de nosotros puede hacer que otros, siguiendo nuestro ejemplo, se transformen también y, así, todos se unan para involucrar firmemente en el nuevo modo de vida a la parte de la humanidad que se ha negado a alterar la forma nociva de vivir.

Hacemos un llamamiento como seres humanos a otros seres humanos: recordemos nuestra humanidad y olvidemos el resto. Si podemos hacer esto, el camino estará abierto hacia un nuevo Paraíso; si no podemos, enfrentaremos el riesgo de la muerte universal.

 

Compromiso, proveniente de la Voluntad: del protagonismo, de las actitudes y de la decisión de redirigir la historia, los procesos, los comportamientos.

 

Por eso nosotros, los firmantes de este Manifiesto, habiendo procurado informarnos de la mejor manera posible y reflexionado largamente sobre la situación actual, invitamos a todas las personas de buena voluntad, de toda la Tierra, a reflexionar profundamente sobre los temas, conceptos y principios aquí expuestos y luego, si están de acuerdo con los términos de este Manifiesto, a insertar su firma en él, como señal de compromiso, con un énfasis especial por parte de las personas que más poseen y que son responsables de la mayor parte del consumo, con un proceso de conversión continua en el sentido de:

  • Ser y no tener, relacionar y no dominar: optar por una vida sencilla, frugal, plena y feliz, basada en la certeza de que la felicidad y la realización plena de una persona está en el ser y no en el tener, en crear y relacionarse con amor y no en dominar y controlar; en la búsqueda del conocimiento y el compartir, y no en el consumo y la acumulación; en el diálogo y la aceptación de la diversidad y no en el enfrentamiento y la intolerancia; en la apreciación de la belleza y el equilibrio de la naturaleza y no en su destrucción con el fin de satisfacer nuestros deseos, en lugar de obtener de ella, con responsable moderación, lo que realmente necesitamos para atender nuestras necesidades reales; no actuar precipitadamente, sino reflexionar siempre para poder tomar la decisión más adecuada; no aceptar falsedades, apariencias y superficialidades que puedan atraer atención y admiración, sino buscar siempre la verdad, la autenticidad, la humildad.
  • Consumir el mínimo de materiales: reducir al máximo el consumo de bienes materiales, especialmente de aquellos cuya producción implique la sustracción de nuevos recursos de la naturaleza y/o la generación de residuos químicos, nuevas entidades, gases nocivos, aerosoles y otros elementos que agreden a la naturaleza; evitar el uso de productos desechables; reciclar, reutilizar o reparar productos en la medida de lo posible en respeto a la naturaleza, que es parcialmente destruida cada vez que algo de ella se extrae para generar los productos que usamos; dar preferencia a alimentos no procesados, que no sean de origen animal, producidos en regiones cercanas al lugar donde cada uno habita; reducir al máximo, en todos los sentidos, los costos ambientales que representa su vida para el Planeta.
  • Consumir el mínimo de energía: casi la totalidad de la energía que nosotros, los humanos, conseguimos obtener se utiliza para transformar los recursos y ambientes naturales en cosas, áreas y estructuras no naturales, muchas veces superfluas y perjudiciales para la vida; adicionalmente, la generación de energía se realiza a costa de la sustracción de materiales de la naturaleza, lo que la destruye, y la transformación de estos materiales en equipos, con el uso de más energía; teniendo en cuenta el inmenso poder de la energía para desnaturalizar el Planeta, reducir al máximo el uso de energía en general y priorizar su uso para la producción de bienes básicos, que atiendan a toda la población de forma equilibrada y sin excesos, y para la producción, almacenamiento y transporte de información y no de objetos materiales; renunciar definitivamente al uso de energía de origen fósil; reducir al máximo los viajes y desplazamientos realizados con vehículos motorizados, especialmente los particulares; utilizar transporte colectivo.
  • Recuperar y conservar la naturaleza: actuar de la forma más intensa posible para preservar las áreas del Planeta que aún presentan condiciones naturales íntegras, con su fauna, flora, geología, acuíferos, cursos y cuerpos de agua, y para recuperar, lo más rápida y extensamente posible, las áreas degradadas y su biodiversidad, incluso si esto implica la reducción de la actividad económica y la devolución a la naturaleza, mediante la recuperación de los daños y la eliminación exhaustiva de intervenciones antrópicas, de áreas ocupadas por personas o emprendimientos.

Dado que la recuperación de las condiciones del Planeta será la suma de cada acción y de la recuperación de cada una de las áreas degradadas («pensar globalmente, actuar localmente»), sugerimos a las personas que se adhieran a este Manifiesto que, con el apoyo de grupos, entidades o comunidades que puedan involucrar, estudien las condiciones del lugar o región en que habitan o a la que tienen más acceso, determinen las actividades más necesarias para evitar la continuación de los daños al ambiente, así como las acciones de recuperación o conservación más adecuadas a ese lugar o región, y redacten propuestas claras que puedan recibir la adhesión de otros, constituyéndose así, cada una de estas propuestas, en un término de compromiso de los involucrados.

Estos programas de acción podrán resumirse de manera clara y, si así lo desean sus firmantes, vincularse como Adendas al presente Manifiesto. De esta manera, poco a poco, se podrá construir un gran programa de recuperación y conservación, involucrando a personas, grupos, comunidades, movimientos y organizaciones de todos los lugares y nacionalidades, constituyendo una red de acciones beneficiosas y eficaces, abarcando todo el Planeta. Las Adendas podrán constituirse, además, por proximidad o coincidencia de propósitos y métodos, en puentes entre los diversos grupos, para que puedan, utilizando los medios modernos de comunicación directa, intercambiar experiencias y coordinar actividades.

Aquellos que asuman el compromiso personal de cambio efectivo de modo de pensar y de vivir, con vistas a implementar soluciones realmente sostenibles en este nuevo tiempo que ha llegado para todos, necesitan, por lo tanto, unirse en grupos locales, regionales, nacionales e internacionales, para que puedan fortalecerse, apoyarse mutuamente y participar en un proceso continuo de reeducación y conversión.

La fuerza de esta unión de pensamientos y acciones involucrará y transformará a toda la sociedad, creando un modelo social, político, económico y tecnológico que respete íntegramente los límites del Planeta, la interdependencia entre humanos y no humanos y reconozca los derechos de la naturaleza y de todos sus seres, vivos o no. Este modelo debe priorizar la satisfacción de las necesidades de cada población con el uso racional de los recursos de su territorio e impedir las prácticas depredadoras del sistema actual.

La cooperación y la solidaridad son esenciales para crear un frente unido a favor de la vida en su totalidad, una comunidad capaz de superar las fuerzas empeñadas en continuar con la destrucción ambiental.

 

Belo Horizonte, 9 de julio de 2024

 

Maria da Glória Cardoso de Campos, Belo Horizonte, Brasil

Simone de Pádua Thomaz, Belo Horizonte, Brasil

Júlio Cesar Dutra Grillo, Belo Horizonte, Brasil

Letícia Camarano Minas, Serra do Cipó, Brasil

Gerhard F. W. Maske, Constanza, Alemania

Renato Mattarelli Carli, Sabará, Brasil

Sandoval de Souza Pinto Filho, Congonhas, Brasil

Euler de Carvalho Cruz, Belo Horizonte, Brasil

Frei Basílio de Resende, Montes Claros, Brasil

Claire Castaings, Nanterre, Francia

Yvon Castaings, Nanterre, Francia


[1] https://www.stockholmresilience.org/research/planetary-boundaries.html 

 

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